viernes, 19 de septiembre de 2014

Mucho mas que una montaña


En esta ocasión voy a escribir sobre una experiencia de esas que no se olvidan, de las que dejan huella eterna, de un sueño hecho realidad, de un fruto recogido tras 6 años intentando transmitir la pasión y amor por la naturaleza y la montaña en particular, el mejor regalo que le puede hacer un hijo a su padre y es compartir un reto e ilusión. Una experiencia de este verano, el ascender a una montaña de mas de tresmil metros junto a mi pequeña. La dama se llama Tuca de Vallibierna en el macizo del Aneto. La ruta elegida como es lógico la mas asequible y menos comprometida, desde el Ibón de Llauset.


Algo de preparacion física, mucha psicologia infantil y una mochila de 22kg fueron nuestras compañeras de aventuras. El mochilón llevaba de todo para hacer la actividad en dos días, ademas de los porsiacasos inevitables por ir con una niña de 6 años, comida de mas y ropa de mas por si en lugar de dos eran tres días. Tras un agosto en el pirineo de un tiempo horrible buscamos yo creo que la única ventana de buen tiempo de dos días. Pues allá vamos, con la incertidumbre de si realmente era una aventura o una locura nuestra idea sobre todo porque andar sin mas niños en la montaña que se distraigan entre ellos resta mas que suma.





 Todo preparado y andando que nos queda un rato. Paradas para observar flores, cascadas y paisaje no faltaron aunque con esa mochila en la espalda uno tiene mas ganas de llegar que de entretenerse. El desfase de tiempos en la actividad se dispara al doble cosa a tener en cuenta si uno quiere disfrutar y no estresarse.

Primer objetivo cumplido, llegamos a los ibones de la Tuca de Arnau donde íbamos a montar la tienda y descansar lo que el suelo y aislante nos dejara. Como siempre son lugares donde uno se queda paralizado por su belleza y magnitud, típica estampa de la alta montaña solo compresible por quienes la gozan y se dejan atrapar por ella.


Tras el ritual montañero de monta tienda, empareja trastos, infusión de poleo con silencio verdadero y merienda cena, nos íbamos a la cama a dormir sobre las 8, con su cuento montañero para finalizar la jornada.


La verdad es que dormí bien poco, pues el bicho se mueve mas que la dentadura de un viejo y el miedo a que se escapara de saco y se enfriara no dejaba que conciliara el sueño profundo. Aun así disfrutaba del momento viendo a mi pollito acurrucado durmiendo junto a mi dentro de la tienda a 2600m.

No hubo despertador pues la próstata es bastante puntual y sobre las 8 ya estábamos despiertos, con la tienda bien congelada aunque con buenos sacos sarna con gusto no pica.

Un desayuno reponedor sobre una piedra a modo de balcón con el macizo de los Besiberris como telón de fondo y el calor del sol mañanero acariciando nuetros rostros hizo que nos quedáramos como nuevos.


Y aqui fue cuando se vino abajo la expedición pues al ver lo lejos que se encontraba nuestro destino la pequeña montañera dijo que no le apetecía subir. Menos mal que me traje una buena dosis de psicología infantil que hizo que cambiara de opinión y no fue mas que un momento de flaqueza, al final arrancamos hacia la cumbre con ilusión renovada y muchísimas ganas.



Lo que mas me sorprendió de la subida es como la peke se movía en los típicos bloques amontonados de granito que suelen ser un infierno para progresar, el típico terreno de alta montaña de este macizo donde las sendas son imposibles. Estos son los frutos de que camine por el monte y haga también sus pinitos en la escalada desde pequeña. Tras el rechazo matutino de no querer ascender me sorprendió gratamente como subió hasta la cima pese a la dificultad del terreno y es que los niños caminan mejor en terreno complicado donde no les da tiempo a aburrirse que en una fácil y monótona senda.

Y si, llegamos, como no, con lagrimas en los ojos, y aun habiendo pasado ya tiempo de la experiencia ahora escribiendo también me emociono. Libertad libertad gritaba mi hija sin yo haberle dicho nada, cosa que me sorprendió que siendo tan pequeña ya sintiera eso en la cima.



Fuimos los primeros del día en hacer cumbre y tuvimos un buen rato de paz, soledad y orgullo de conseguir algo muy grande, tanto para ella como para mi aunque los motivos eran distintos, ella por conseguir llegar, yo por estar con ella allí. Aunque no lo hubiésemos conseguido solo la experiencia de intentarlo me llenaba de sobra.



Almuerzo y contemplación pues el día, paisaje y compañía acompañaban. Arrancar costo lo suyo pues se estaba realmente bien.

La bajada la hicimos del tirón pues ella lo quiso así y aguanto como una campeona, iba yo mas jodido por el peso en la espalda que ella que mas que quejarse se distraía con cualquier cosita y las dosis de paciencia extra tenia que usarlas cada dos por tres, mas que nada porque bajando nos encontramos a una familia de catalanes que nos dijeron que nos habíamos quedado sin batería en la furgo.

El resumen es mas que positivo, los estímulos que reciben son brutales, nieve en verano, cascadas y ríos por todos lados, flores de todos los tamaños y colores, marmotas, la magnitud del entorno, la aventura de dormir en la tienda, de cocinar con el infiernillo....

Ojala algún día tenga que ser ella la que lleve la mochila de 22kg y yo sea el que va detrás intentando seguirla, sera buena señal, aunque para eso todavía tiene que llover mucho.

Fue una experiencia en soledad con mi pequeña, ya de por si la montaña crea vínculos entre compañeros realmente fuertes pero si ademas es en soledad con tu hija junto al amor que se siente por ella el lazo de unión que se crea sobrepasa toda emoción y sentimiento.

Va por ti, pequeña montañera, compañera de vida, somos fuertes juntos, guerreros de las complicaciones de la vida, te quiero pollito.


PD: nunca dejeis la puerta donde se mete la llave del coche bloqueada por ningún obstáculo, si se va la batería y no va el cierre centralizado vais a tener un problema serio para entrar al vehículo jijiji.